Eso lo daré a conocer en otra entrada pues, lo que hoy me mueve a escribir es otra cosa distinta !
Qué es o qué entendemos por la Ontología del rol del bibliotecólogo?: ¿Por qué me planteo este tema?, pues bien, se han dicho demasiadas cosas sobre el rol que, como profesionales, tenemos para con la sociedad y específicamente, con el Usuario, pero, me asalta la primera duda con respecto a ello: ¿Qué entendemos y asumimos como profesionales de la información, por rol?: me parece que entender y aprehender qué es en sí lo que la sociedad considera como rol, es el primer paso en esta ontología. Pero, mucho antes que eso, ¿qué es la Ontología?: Echeverría(2002), señala que a través de ella, como seres humanos, comprendemos e interpretamos nuestra condición de Humanos inmersos en una cultura, en una sociedad, y que es a través de esta comprensión, cómo las cosas son como las interpretamos…aunque este planteamiento está en cierto modo aplicado a la disciplina de la lingüística, no cabe la menor duda de que, la ontología en sí misma es la capacidad que poseemos de reflexión y análisis del medio en el que vivimos como seres Humanos. Por tanto, para poder reflexionar, debemos interactuar de manera íntegra con la sociedad en la que nos desenvolvemos.
Ahora bien, ya planteado lo relacionado con el término de Ontología en sí, volvemos a la cuestión ¿Qué entendemos y asumimos como profesionales de la información, por rol?: se nos ha asignado el rol de custodios de información, de “pasa libros”, de educadores, de gestores de información, de referencistas, e incluso, no se han escatimado en discusiones sobre roles sociales en el que el bibliotecólogo, sagradamente, debe incurrir en su diario desempeño en los centros de información para con todas sus tareas!....pero más allá de eso, el asunto pareciese que el profesional bibliotecólogo- por lo menos el de éste período en donde el dinamismo y la continua reinvención de la disciplina debiera ser constante-, es poco menos que un súper profesional donde, literalmente, debe ejercer de Educador tanto con los Usuarios como consigo mismo: pues está claro que, para que un profesional se mantenga estable en esta sociedad que avanza monstruosamente a pasos agigantados, además de gestionar la información para los demás, debe hacerlo consigo mismo. Es irónico pero a menudo ocurre que muchos prefieren quedarse cómodos donde están, pero a medida que transcurre el tiempo, los estragos que causa la monotoneidad se hacen presentes tarde o temprano. Como sea, debiera ocurrir que, si los teóricos tanto se esfuerzan por establecer postulados que embellecen nuestra disciplina, rayando incluso en el altruismo puro, ¿por qué la gran mayoría de los bibliotecólogos se estancan, sin hacer caso al continuo rol que la sociedad, casi a la fuerza, nos distingue?: no es que sea malo asumir y desempeñar un papel, para el cual nos esforzamos y preparamos académicamente cinco años, de hecho he ahí nuestro medio, fin y meta, pero creo que es también importantísimo que, como profesionales ya ad portas de un trabajo en terreno en tiempo y espacio real, dejemos de servir a los demás por pocos lapsos de tiempo y comencemos a re-pensar, re-plantear y re-descubrir nuestros objetivos y metas como profesionales de la información, pero a partir de un punto de vista que la sociedad en la que estamos inmersos nos brinda: más allá de los usuarios que tienen necesidades que debemos satisfacer, más allá de un “pasa libros”, más allá de un custodio de información, más allá de un gestor de información, e incluso: más allá de un rol social y educador: asumir un compromiso con nosotros mismos y con nuestra propia disciplina. Digo propia, por que la Bibliotecología como tal (en el sentido del concepto de Bibliotecología), además de ser un campo relativamente joven dentro de otras áreas del conocimiento, con sus respectivas disciplinas, además de los diversos y distintos problemas y cuestiones que continuamente se nos presentan a nivel laboral y teórico, está siendo – y de hecho, ya está-, invadido por otros profesionales de otras áreas que no se han preparado exhaustivamente para realizar lo que por oficio y vocación nosotros bibliotecólogos, debiéramos hacer: y también hay que hacer un esfuerzo: un auto-sacrificio en el mea culpa, pues también por quedarnos cómodos- creo que está demás decir que uno de los factores más recurrentes y que posiblemente, puede que cause este estancamiento, es el de la remuneración económica que a través de nuestra cómoda labor, se nos retribuye, aunque lo menciono de todas maneras-, nuestro campo laboral se está haciendo estrecho: ¿y la sociedad que con tanto fervor nos hace asumir el rol de gestores de información, y muchos otros roles, está al tanto de ello?, ¿es de su incumbencia?....
Por otro lado, tampoco puedo ser tan dura en recriminar el que- hacer bibliotecológico, pues creo que el desafío que asumimos al comenzar a adentrarnos en esta disciplina, no muchos lo comprenden o siquiera conocen, y es que el gestionar información en todos sus soportes y formatos, info-alfabetizar a los usuarios, satisfacer sus demandas de información, educar e instruir a las personas a mejorar su calidad de vida a través de las tecnologías que nos facilitan la búsqueda de información, conservar y restaurar la información y el material que guardamos en nuestros centros para ponerla a disposición del usuario de forma inteligente, y además, el preservar la memoria – desafío que sólo algunas ciencias y disciplinas vinculadas con las Ciencias Sociales logran entender-, junto con cientos de otras tareas que en todo orden de cosas hacemos y no tomamos conciencia de que lo hacemos: nos hacen asumir un rol que no cualquier profesional, con plena conciencia de ello, no desempeñaría como sí lo hacemos nosotros, conociendo a cabalidad tanto los recursos como las formas para lograrlo, por el sólo amor al arte de lo que yo considero que es la Bibliotecología: un mundo que si bien, se está explorando de una manera que yo considero que no es la correcta aún, por lo menos, intenta dejar huella en la historia del hombre como ser social, como un ser con un rol de filósofo práctico de la información.
Cuando digo filósofo práctico de la información, me refiero a lo siguiente: un filósofo es aquella persona que contempla el mundo que lo rodea, y que se cuestiona sobre lo que observa, siguiendo una lógica, sea cuál sea, pero siempre manteniendo un margen de objetividad. Por lo tanto, una vez planteada una cuestión filosófica “x”, ésta sirve no tan sólo para resolver cuestiones o problemáticas teóricas, sino que también problemáticas en la praxis, entendida como lo que ejercemos en el plano de la realidad, de las acciones: esto quiere decir que, como profesionales de la información, versados en los conocimientos sobre la misma, debemos poner un alto a nuestro ajetreado quehacer laboral, para observar lo que hacemos y cómo lo hacemos, y a través de un razonamiento lógico, poder solucionar aquello que no esté bien o en orden: retroalimentación a través del razonamiento puro, mediante la introspección. Además, ésta vía introspectiva, a parte de permitirnos razonar con claridad, de un modo un tanto objetivo – pues sabemos que nada es objetivo en su totalidad-, también sirve como vía distractora de la mente de otras preocupaciones en otros aspectos de la vida íntima que el profesional pudiese tener: aunque esto último – la introspección por el mero amor al arte-, es un camino que cada profesional decide optar.
Pues bien, ahora que ya todo ha sido planteado y explicado de tal manera que al lector no le quepa alguna duda o confusión, sólo hace falta concluir que, dentro de todo este aparataje de la Sociedad de la Información, las necesidades del Usuario, el uso de las tecnologías junto con la Arquitectura de la Información (nótese que éste es uno de los pocos roles- el de Arquitecto de Información-, asumidos también por nosotros, los bibliotecólogos, y que sería interesante poder abordar, pero que carece de sentido citarlo a estas alturas en esta reflexión que ya de por sí es extensa), de que hay un rol del que aún NO tenemos plena conciencia y que es fundamental: tanto para nosotros en la particularidad de nuestra labor bibliotecológica, como en la universalidad de nuestra disciplina, y que es el de filósofo: el de poder poner un alto al mundo para observarlo de una manera objetiva y sin tapujos, y que a través de la reflexión pura y lógica, nos permita aportar no tan sólo al conocimiento en sí mismo, sino que además, nos permita hacer cambios reales en la Realidad Social y Cultural en la que ejercemos como bibliotecólogos: pues que se sepa, desde los comienzos del Hombre como Ser Social, Ontológico: Piensa, luego existe.-